La voz es un don muy particular, podemos imitar voces en muchas ocasiones, pero nuestra voz... es nuestra. ¿Genética, providencia divina? Decida usted, estimado lector. Viene al caso el tema porque últimamente he escuchado a amigos foreros en Hispaopera opinar y debatir sobre la elección adecuada del repertorio.
No pretendo ahondar en el tópico de la existencia de... ¿a ver cuántos registros?, no; lo que me atrae de ello es la argumentación que se hace ante el desafío vocal de enfretar roles complicados para nuestras capacidades.
La Caballé, por ejemplo, con enorme andadura en el mundo operático ha cantado papeles que algunos compañeros califican de "muy grandes" para su registro, un solo ejemplo: La Forza (a mí en lo particular me encantan sus pianísimos, y me satisface su desempeño en ese rol). La Callas... ¡por favor!... la pregunta con mi venerada es ¿qué no cantó?, la hizo de coloratura, de mezzo, de dramática, ¡vaya hombre!. Aunque el respecto muchos afirman que ello deterioró un tanto su voz (a ver, opiniones). Plácido... que no le place nada y canta de todo. Es un fenónemo que siga llevando una vida tan ajetreada en el mundo de la ópera, basta entrar a su sitio oficial para observar la cantidad de compromisos que atiende. José Carreras: la gente asegura que además de la terrible Leucemia, el abordar papeles dramáticos llevó a Carreras a desarrolar un "wobble" (vibrato fuera de control).
En fin... el dichoso repertorio... cito solo a algunos que se han animado a desafiar a sus propias cuerdas, cada quien tendrá su opinión al respecto, algunas de ellas fundamentadas en aspectos técnicos y físicos; en lo personal me fascinan los retos... solo que no le cueste a uno su instrumento más amado: sus cuerdas.