Trato que este blog sea objetivo en sus observaciones y aseveraciones; y es hoy, que con mayor responsabilidad deseo iniciar este post. Una dedicatoria especial a una amiga a quien aprecio por sus cualidades personales: humildad, paciencia, tolerancia, disciplina. Una verdadera artista a quien admiro enormemente. No puedo simplemente dejar pasar por alto su intervención en Turandot.
Ayer, dio una lección de lo que puede hacer una soprano con una voz como la suya. Ana Isabel fue formidable. Impecable en el ritmo, resultado de su musicalidad natural. Su interpretación, totalmente convicente en el papel de Liú. (Y es que se dice que en escena funcionan bien Liús chicas, enteleridas, y simplonas, por ser Liú una sierva, esclava... ???, en fin, lo pongo en tela de juicio, pues para tolerar la tortura y el tormento con el valor que lo hace este personaje se requiere mucho más... lo dejo al criterio de ustedes, claro, que tendrán sus propios puntos de vista. A mi parecer, Ana Isabel fue una estupenda Liú por denotar esa ternura, devoción, bondad, pero a la vez fortaleza de carácter y espíritu tan propio de las mujeres de Puccini).
¿Qué decir de la voz? es un caudal que fluye imparable, lleno de color, homogénea. Una clase magistral. Una voz verdaderamente pucciniana. Aún resuenan en mis oídos sus notas. Desperté, hoy, con una sensación de plenitud, de orgullo por esta guatemalteca, amiga, colega. Ojalá, nuestros amigos patrocinadores abran sus ojos al arte guatemalteco, no hace falta buscar lejos, claro ejemplo de eso fue Turandot, a cargo de una italiana (en esta función no cantó la Machallan) cuyo nombre no recuerdo, y mejor por mi; dejó mucho que desear, demasiado, diría yo.
En un país como el nuestro, donde la ópera es una cenicienta, en donde la orientación es escasa y el apoyo nulo, llegar al nivel de nuestra Ana Isabel es un desafío que ha sabido manejar. Es un ejemplo de tenacidad y diligencia.
No me queda mucho por decir, aunque en realidad sí, pero no tengo palabras para expresarlo adecuadamente, me resta únicamente decir: gracias Ana Isabel por compartir tu talento con nosotros.
Ayer, dio una lección de lo que puede hacer una soprano con una voz como la suya. Ana Isabel fue formidable. Impecable en el ritmo, resultado de su musicalidad natural. Su interpretación, totalmente convicente en el papel de Liú. (Y es que se dice que en escena funcionan bien Liús chicas, enteleridas, y simplonas, por ser Liú una sierva, esclava... ???, en fin, lo pongo en tela de juicio, pues para tolerar la tortura y el tormento con el valor que lo hace este personaje se requiere mucho más... lo dejo al criterio de ustedes, claro, que tendrán sus propios puntos de vista. A mi parecer, Ana Isabel fue una estupenda Liú por denotar esa ternura, devoción, bondad, pero a la vez fortaleza de carácter y espíritu tan propio de las mujeres de Puccini).
¿Qué decir de la voz? es un caudal que fluye imparable, lleno de color, homogénea. Una clase magistral. Una voz verdaderamente pucciniana. Aún resuenan en mis oídos sus notas. Desperté, hoy, con una sensación de plenitud, de orgullo por esta guatemalteca, amiga, colega. Ojalá, nuestros amigos patrocinadores abran sus ojos al arte guatemalteco, no hace falta buscar lejos, claro ejemplo de eso fue Turandot, a cargo de una italiana (en esta función no cantó la Machallan) cuyo nombre no recuerdo, y mejor por mi; dejó mucho que desear, demasiado, diría yo.
En un país como el nuestro, donde la ópera es una cenicienta, en donde la orientación es escasa y el apoyo nulo, llegar al nivel de nuestra Ana Isabel es un desafío que ha sabido manejar. Es un ejemplo de tenacidad y diligencia.
No me queda mucho por decir, aunque en realidad sí, pero no tengo palabras para expresarlo adecuadamente, me resta únicamente decir: gracias Ana Isabel por compartir tu talento con nosotros.
